Ha creado bastante expectación. Quizá por el color rojizo que adquiere la luna cuando se eclipsa; quizá porque se encuentra en el perigeo, su máxima cercanía a la Tierra, y esto la haría aparecer algo más grande, aunque inapreciable para el ojo humano a simple vista. Quizá también hayan contribuido aspectos tan poco científicos como llamarla, no sé por qué, la superluna de sangre de lobo. Pero la cuestión es que no ha defraudado. A pesar de que estos días se anunciaban nublados y lluviosos, finalmente ha sido una noche clara en la que se ha podido seguir el eclipse con toda su belleza. Unas imágenes como testigo, no de gran calidad pues han sido tomadas con una sencilla cámara digital compacta, pero sí ilustrativa de distintos momentos del eclipse y de diversas exposiciones. Para el próximo eclipse total nos toca esperar unos años, hasta mayo de 2022.
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